Escribir es mi mejor recurso para combatir mis demonios. No paro de pensar en historias con las que mantener ocupada mi mente; da igual que esté conduciendo un autobús por las calles de San Sebastián, subiendo montañas de mi Álava natal con la lengua fuera o haciendo cola para renovar el DNI. Nací en Bilbao un jueves de 1990; me crie en la pequeña localidad alavesa de Izarra, rodeado de montañas, bosques y animales que aguantaban bien el frío invernal. Pasé de levantar piedras en las plazas de toda Euskadi a conducir autobuses por sus tres capitales, pero en ningún momento dejé de buscar la reacción de la gente ante mis historias; en ningún momento me rendí ante la idea de no contagiar, aunque fuera por un momento, aquello que los libros me han proporcionado a lo largo de toda mi vida: entretenimiento. Esta es mi primera novela, pero no la última.