La poesía, para mí fue como la ley de Arquímedes, él dijo, “dame una palanca y moveré el mundo”, yo digo, “dame una poesía y rozaré el milagro”. Desde muy pequeña amé la literatura, y de ella la poesía. He admirado a tantos poetas, que la lista sería interminable. Espronceda, José Zorrilla, Los hermanos Machado, Carolina Coronado, José Hierro. Recuerdo siendo muy niña, que leí un poema de Gustavo Adolfo Bécquer, y el milagro se hizo en mí, desde ese día, jamás escondí un solo sentimiento mío. Mis vivencias tristes o felices serían desde entonces plasmadas en mis poemas.
Hoy podríamos decir que las distancias no existen, gracias a que las técnicas actuales nos permiten entrar en cada hogar y llegar a aquellos lugares donde nuestra obra sea bien recibida. Quiero con ello acercar este poemario, que con tanta ilusión fui escribiendo con el deseo de compartir con toda aquella persona que tenga el deseo de conocer mi poesía. Desde mi niñez, en el momento en que aprendí a leer y a escribir, entendí que la literatura en todas sus facetas es un medio maravilloso que nos lleva a describir todos los sueños que tenemos en el alma.
Cada poema es un parto del alma, y una felicidad es mostrarlo, para que los amantes de la poesía encuentren lenitivo al dolor que causan las traiciones, los desengaños y los problemas que la vida impone en el ritmo diario. Encontrémonos como hermanos que todos somos para lograr hacer un mundo más equitativo, más feliz y más humano.