Isabel Téllez Navarro nació en el Cortijo La doctora, en San Roque, Provincia de Cádiz, un domingo 31 de julio de 1955. La ayudó a venir al mundo su tía Isabelita, madrina de bautizo y transmisora de su nombre.
Su niñez transcurrió en plena naturaleza, rodeada de toda su familia y la comunidad circundante. A los 10 años tuvo que abandonar su tierra al venderse la finca. La familia emigró al completo, pasando casi tres años entre Córdoba y Sevilla hasta asentarse definitivamente en Arahal, Sevilla, su tierra de acogida y adopción. Allí echó raíces y, hoy, ya jubilada, permanece junto a “su rebaño”: su marido, sus dos hijas, su nieto y su nieta. También descansan allí sus padres.
Llegó a este municipio en plena adolescencia e inició tardíamente el bachillerato. Tras completarlo, en Sevilla cursó la carrera de Ingeniería Técnica Agrícola, en el Cortijo de Cuarto. Regresó a su tierra natal, donde, paradójicamente, inicio su vida laboral recorriendo la comarca entera con todos sus municipios y su gente, en plena naturaleza una vez más. En esos 10 años, nunca pudo volver a pisar el cortijo de la infancia, poblado de ganadería brava. Durante este tiempo, también tuvo la oportunidad de conocer casi toda Andalucía.
Con sus dos hijas pequeñas y la crisis de 1993, dejó la empresa privada y retomó su formación en Granada durante un año. Se recicló con un máster que le permitió comenzar su labor docente, una faceta no desconocida para ella, ya que había dado clases particulares como recurso para complementar su beca de estudios. Esta nueva etapa le permitió conocer toda la provincia de Sevilla, su entorno, su naturaleza y su gente.
El fantasma del arroyo La Mujer la transporta para siempre a su tierra y a su infancia: sus olores, sonidos, sabores, luminosidad, colorido, “vientos”, sentimientos, temores, fascinación, ternura, añoranzas… y ¡nostalgia!