Juan de Dios García (Cogollos Vega, Granada, 1957). Sus recuerdos más antiguos lo muestran en cualquier rincón, tumbado sobre una gruesa manta en el suelo y leyendo un libro o un tebeo; o, a falta de un mejor pan, la torta de una revista piadosa —de niño, transcurría buena parte del día en la casona de una tía abuela soltera que estaba abonada a este tipo de lecturas—. Sesenta años después, esa imagen apenas se ha alterado: ahora la manta recubre un ángulo oculto en la terraza, una hamaca o un sillón de mimbre; y los eternos libros de aventuras o de santos, desnudados de sus letras, destellan con la ilusión de un bloc de hojas en blanco.
La gavilla de relatos que se agrupan en este libro es la primera obra que publica. Su mayor deseo es que, a este título, prosigan otros muchos. Si acaso ese afán ha de cegarse alguna vez —confiesa—, que sea solo porque, contra su voluntad, deba abandonarlo todo para acompañar a su moira en ese viaje a través del territorio incierto que se abre más allá del último atardecer.