Joaquín Ripoll Crespo.
A grandes rasgos, esta podría ser su historia
Nació en Barcelona un seis de octubre de 1940. Su infancia fue feliz, a pesar de las privaciones del momento.
Joaquín vivía en su mundo sin enterarse de nada de lo que preocupaba a los mayores en aquella época.
Cuando tuvo en sus manos el primer libro de aventuras que su hermana le regaló por su cumpleaños, llamado La isla del tesoro, despertaron en él las ganas de contar aventuras en el mar: de barcos de vela, de viajes, de historias de marineros y tormentas y naufragios.
En su cabeza se cernía ya lo que al cabo de muchos años sería la historia que tenéis entre las manos: la novela La fragata.
Fue a la Escuela del Mar hasta los doce años, hasta que lo pusieron en la escuela Academia Clásica.
Por las noches iba a lo que más le gustaba, a la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Barcelona, a dibujar al carboncillo, con tinta china y una astilla de caña de escoba, con maestros de la categoría de Planas Galles, Barrenechea o Subirats, de los que su herencia impresionista es evidente.
Sirvió en Sidi Ifni, y a su regreso seguía con las ganas de escribir, aunque no encontraba el momento de ponerse a ello.
Se casó y enviudó. Volvió a casarse, y tuvo dos hijos y dos hijas, todos vivos.
Después de múltiples vicisitudes y de unas treinta exposiciones de pintura, llegó el momento de su jubilación. Por fin tenía tiempo para escribir la historia que le rondaba por la cabeza desde hacía tanto tiempo.
Con la experiencia adquirida como navegante solitario y su afición a los barcos antiguos, así como la lectura de libros especializados en esto, escribió La fragata.
No es un libro de geografía ni de ciencias, es nada más que una novela de aventuras escrita por un marino que respeta la mar, que la teme y la ama.