Soy yo, la cámara que graba su silueta. Aquel que todo el mundo ignora, acorralado por un puñado de miseria y locura. Soy yo, el acompañante que le protege con la luz, preparado para grabar cualquier maltrato que sufre. Cinético de palabras, socialmente inútil y con una timidez silenciosa. Sentado en una mesa de colegio que me separa del exterior, encontrando la finalidad de mi vida en sueños irracionales. Pequeños momentos en los que expreso una sonrisa oxidada. Lo cierto, es que nadie sabe cómo soy, la autonomía de un adolescente metódico, sentimentalmente reservado y con una vida vacía. La diagonal de una muerte inminente, hasta que algo cambia de repente. Mis ojos dormidos, despiertan de golpe. Sobresaltados por su melena morena, sin saber su nombre, imaginándome una vida juntos. Observándola detenidamente mientras aparta la mirada, ingeniería seductora, que me permite mantener el optimismo. Mi mente crea un sistema autodefensivo que chorrea su imagen. En el colegio, tocando el piano, jugando a fútbol, toda mi vida enfocada a esa chica que no me conoce. (continúa)