En esta cautelosa e interesante novela de aventuras se congregan diferentes elementos propios del género (mundos de fantasía, enigmas misteriosos, pugnas entre fuerzas del mal y fuerzas del bien, transmisión de valores, como el respeto, la solidaridad, la amistad, la generosidad…), que, cautivarán al lector. La idea motriz resulta muy atractiva. La autora (quien prefiere mantenerse en un segundo plano) ha desplegado un arsenal de imaginación en una obra densa, muy trabajada. Las dos historias cruzadas con las que se encontrará el lector constituye uno de los atractivos de la obra y aporta momentos de suspenses impagables. Esto es producto de una imaginación desbordante. En el aspecto literario, la lectura fluye sin complicaciones y se agradece que, a pesar de estar dirigido a jóvenes lectores, la autora no haya caído en la tentación de simplificar en exceso. Por el contrario, se aprecia riqueza en las construcciones y en el léxico, lo cual favorece, además, que el carácter de los personajes se perfile mejor. El tono de la narración, por otro lado, no termina de definirse como lieratura infantil, juvenil o, por momentos, atractiva para cualquier lector. El despliegue de imaginación que la hace posible no está a la altura de cualquiera, y su publicación, sin duda, atraerá la atención. Los niños de esta historia se verán envueltos en una serie de obtáculos inesperados. Gracias a las asignaturas extras de futuros exploradores de enigmas, impartidas en sus colegios (las AEDFEDE) podrán enfrentarse con gran valentía a estas situaciones. El lector no dejará de estar sorprendido con los personajes. Se verá identificado con alguno de ellos. Sentirá, reirá y llorará, e incluso deseará tener el poder de traspasar las páginas y entrar en Glarinklíter para ayudarles en algunos momentos. Pero como esto es imposible, no tendrá más remedio que seguir acompañándoles hasta el final, y descubrir lo afortunado que ha sido al vivir esta historia con ellos…