(Lanzarote, 1975).
Soy licenciada en Ciencias de la Educación,
aunque me hubiese gustado terminar Periodismo.
Nací entre lava, arena blanca y montañas de Tinajo,
donde me descalzaba y revoloteaba mientras hablaba con
las margaritas y soñaba con ser protagonista
de historias de superación, resiliencia y honor
a la justicia y la paz en el mundo. Entre tanto, mis
abuelos y mis padres tomaban café, recordando
anécdotas. Daría lo que fuese por transportarme a esos
rincones de nuevo y volver a sentir la inocencia,
la paz y la libertad que regala ser niña.
Soy Sagitario y, no hace mucho, descubrí que sí, que realmente
soy optimista, aunque el miedo a no creer en mí lo ocultara.
He aprendido que mis sueños son válidos simplemente
porque son míos, me pertenecen. Emotiva por naturaleza
—ahora lo llaman intensa—, qué más da. A mí no me afecta.
Adoro el sol, el running, el trail, la montaña, el mar,
el arte de la fotografía, la escritura como terapia,
los retiros, lo rural, lo nuestro, la plenitud.
Me apasionan las buenas conversaciones,
de esas que llegan al alma,
de las que no quieres desprenderte porque
tus párpados palpitan, agotados junto con tu corazón,
y te vas a la cama con un pensamiento por compartir.
Me considero discreta, y quienes me conocen
terminan confirmándolo. Soy constante, disciplinada
y, últimamente, selectiva con el dónde, cómo, cuándo
y con quién. Creo que es una forma que ha adoptado
esta nueva versión de mí.
Llevo un tatuaje con la palabra «luz».