Desde muy pequeña tenía mis dotes poéticos y hacía mis “pinitos”. Cuando salía, iba por las calles y me salían de golpe mis poemas. Así que, salía corriendo para la casa para escribirlas porque eran muchísimas las que me venían a la mente. Algunas las tenía en la memoria pero como eran tantas, se me olvidaba. Decidí llevarme un lápiz en el bolso.
Estuve en la escuela de comercio, pero todo fue un fracaso, no era buena alumna. Solamente pensaba en escribir y escribir. Y se lo enseñaba a mis compañeras. Como también me gustaba el teatro, reunía a mis compañeras en el recreo y hacíamos teatro. Me lo tomaba muy en serio, y si algunas de mis compañeras se reía, le decía “fuera” y que no servía, ya que había que tener dotes y sentirlo. Pero con el tiempo se me pasó lo del teatro, porque antes no era como ahora, que te podías ir a Madrid. A mí no me dejaban y era yo muy madrera. Por una cosa o por otra, no se llegó a nada y me aburrí. Me dediqué a hacer mis poemas para mí. Con el tiempo me eligieron reina de la poesía, fue mi gran ilusión. Dº Diego de Campoy era un hombre bueno y generoso. Ayudaba a los que sentían la poesía. Hice también mis pinitos de anuncios en el cine y como modelo de fotografía. Y un productor de la tele, me quiso llevar a Madrid, pero el destino se torció y mi madre me lo impidió. Cuando me casé, me fui a México y allí, pude trabajar como auxiliar técnico dental, y conocí a personas maravillosas. Además de tener la oportunidad de trabajar como modelo. También pasé por etapas muy duras en México. Pero ahora estoy feliz, tengo a mi hija y a mis nietos, que son lo más grande de mi vida, junto con mi libro que he escrito, que es mi gran ilusión. Todo lo que escribo y he escrito son mis sentimientos y mi verdad. Todo lo que llevo adentro es realidad.