“Soy viejo, fui atleta, ferroviario, pintor de retratos -que me gustaba hacerlos al pastel– y muchas cosas más, como todo el mundo, para terminar escribiendo sin la pretensión de que la gente me llame escritor, que me ha pillado ya muy mayor.
La pintura ocupó un espacio importante en mi vida, la viví intensamente, conseguí algunos premios y muchos retratos pueden dar fe de mi amor por ella.
Mis carreras académicas son escasas, yo diría que irrelevantes, no así mis carreras atléticas, que fueron numerosas y casi siempre con vallas. La frustración de no poder estudiar me llevó a descubrir el atletismo, una lección de vida, y que me enseñó a dar me cuenta de que no importan los obstáculos, sino la voluntad de superarlos aunque dejes la piel en el camino, como alguna vez
me ocurrió.
La Perra Gorda (Milenio, 2006), la historia de una insolvente mascota y del despistado de su dueño, es el único antecedente literario editado. También escribí La Pizarra Mágica, que se convirtió en asombrosa gracias a las ilustraciones de mi hija Montse Martín. Muchas más historias y relatos aguardan la oportunidad de salir a la luz, y ahora consigo, por fn, publicar Un cuento
en la mochila, la historia que siempre quise escribir, y que les ahorra a mis hijos el que su padre les abrume contándoles las “batallitas del abuelo”.