Marta Lanz Beunza, nacida en Pamplona (Navarra) en 1969, el mismo año que el hombre subió a la luna, ese astro que ella ama tanto y del que, dice, le viene la inspiración.
Esta «paseante» de la vida, como ella misma se define, vuelve a la narrativa intimista en su cuarto libro.
Una obra personal en la que apuesta por rescatar los recuerdos de su aita; su niñez en el pueblo de Etxalar, y sus viajes a Groenlandia (Canadá) con la compañía LA PYSBE, dedicada a la captura del bacalao. También incluye a su amatxo, y su vocación frustrada.
Con las pinceladas del humor al que nos tiene acostumbrados en todas sus obras, va tejiendo una trama en la que lo ficticio y lo real se mezclan, aportando frescura y esperanza.
Este libro es un homenaje a sus padres y, cómo no, a toda la generación de antepasados que superaron obstáculos con muy pocos recursos, dejando un mensaje muy claro: «Aprendamos a escuchar la melodía que nos indica el camino personal de cada uno de nosotros».