Galápago, recuerdos nunca olvidados se fraguó durante unas vacaciones un tanto especiales para mí. Tras un duro e intenso período de actividad profesional desorbitada, me encontraba exhausto por la
enorme presión laboral a la que me vi sometido en tiempos de dudoso estado de alarma. Mientras casi la totalidad del planeta se quedaba en sus casas, otros tuvimos que estar en primera línea de batalla, ya que muchos, quizás «rebeldes racionales», dejaron de cumplir las normas de la legislación vigente de aquel momento histórico. Y en escasos 45 días, comencé y concluí esta historia que siempre tuve en mi mente y que por fin pudo ver la luz.
Exactamente los mismos 45 días de duración del período de capacitación en la Unidad de Operaciones Especiales de Infantería de Marina, donde nuestro joven e iluso protagonista se abría paso, desconocedor de que aquella era la antesala directa hacia la experiencia vital más tremenda y en la que tendría que generar el mayor de los esfuerzos que un ser humano es capaz de
soportar. Porque «allí entra quien puede, y no quien quiere».