Doctor en Filosofía. He sido catedrático de Filosofía del Instituto Joan Boscà de Barcelona, del que también fui su director durante veinte años. Junto a la Filosofía, he ejercido la docencia de Cultura Audiovisual. En un paréntesis de mis años de profesor, trabajé en el Ayuntamiento de Barcelona, formando parte del equipo de Marina Subirats. Allí fui durante un tiempo director de los centros educativos municipales y, más tarde, responsable de innovación educativa. Ahora estoy jubilado y tengo tiempo de poner por escrito aquello que se ha ido acumulando en mi memoria. Algo así como una recomposición de lo vivido, tras la vuelta a casa.
Determinadas cosas, personas, incluso acontecimientos, cuando dejan de existir, transforman su realidad —su ser— en mito. Inician una nueva existencia; quedando enaltecida su positividad y reducida a enigma su negatividad. Con frecuencia, el pensamiento antiguo depositó a sus personajes míticos en el Hades: lugar no exento de fatalidad, aunque también bosque de hadas, de sueños. El Instituto Joan Boscà de Barcelona desarrolló su existencia a lo largo de 50 años, desde 1968 hasta 2019. Durante ese tiempo, casi milagrosamente, no cambió su seña de identidad, que se podría resumir como un elevado sentido de pertenencia de toda la comunidad educativa. Quizá esta es la causa de que todos los que formamos parte del Joan Boscà nos sintamos hoy un tanto exiliados o, más bien, transeúntes de un nuevo paisaje mítico.