Nací en un lugar precioso, cerca del mar.
Cuando era pequeña, solía pasarme las horas inventando historias en mi habitación. Cualquier trozo de papel me servía para empezar a escribir y dibujar.
Nunca me faltaban ceras, rotuladores ni tizas de colores. Recuerdo el olor de mi estuche lleno de lápices.
Recuerdo ver mi mesa siempre llena de trocitos de goma y restos de sacapuntas. Un día me regalaron una pizarra y una caja con pinceles y acuarelas. Recuerdo ver montoncitos de polvo de tiza en el suelo, y mis
manos y mi ropa manchadas de pintura. Recuerdo crecer y usar una vieja máquina de escribir, utilizar papel de calcar y unas tiras que corregían los errores. Recuerdo la primera vez que escribí en Word con un teclado y un ratón. Y ahora, que ya soy mayor, he descubierto que, si tú quieres, todo puede tener un principio.