Me preguntas, oh curioso e indiscreto lector, cuáles son mis preferencias literarias y te contesto a continuación: Nunca sentí mayor alborozo, ni mis entrañas se conmovieron tanto, que cuando mis ojos, ventanas de mi intelecto, recorrían con fruición las innumerables páginas de mis por siempre admirados autores de nuestro Siglo de Oro. Sí, así es; no es mala elección, ¿verdad? Y digo y afirmo de todos ellos que contribuyeron decisivamente, a elevar nuestra lengua, a la categoría de océano y que, en estos tiempos, tan superficialmente tontos, lógico que apenas sean mencionados y mucho menos leídos. Soy español; y lo soy fundamentalmente por la lengua con la que me expreso: sus pródigos y múltiples recursos siempre han colmado mis ansiedades intelectuales. Yo, con ella, he dicho te quiero, y lo sentí. Cuidar de ella es cuidar de nosotros mismos. Me preguntas, amigo, si es mi primera obra y te contesto que no, pero sí la primera en publicarse. Continúas y me preguntas en qué me he inspirado: permíteme callar sobre ello. La elección de Asturias; ¿por qué no? Y por fin y último, inquieres de mí qué me mueve a escribir y me atrevo a contestar: ¿puede una vaca lechera, después de una jornada en el campo, ingiriendo pasto y yerba fresca, dormir y descansar toda la noche, sin antes, no haber sido ordeñada? He pretendido, futuro lector, como los pintores abstractos, esbozar algo de mi persona, con trazos gruesos y deslavazados, pero te aseguro que si la brevedad es complemento necesario a la elocuencia, he procurado serlo, al menos, para que no te fatigues y el hastío sea breve y dure poco.