Me reencarné en mi cuerpo Serrano un 17 de enero de 1965, allá por el siglo pasado.
Mis padres querían llamarme Neosnadia por ser el santo del día, aunque finalmente me inscribieron como Santiago.
A partir de esa sabia y consensuada decisión mi vida no podía sino mejorar.
Y en efecto, sentí la compañía y el amor de mis padres, planté muchos árboles, y siempre tuve animales de variada condición: perros fieles que se acurrucan a mis pies mientras escribo, peces que me miran intrigados desde su vidrio mojado y camadas ingentes de canarios de un amarillo intenso que cuidaba con mi padre.
Me casé y disfruto de la amistad de mi esposa, gozo con mis amigos y mi familia, recorro paisajes con y sin figuras, y tengo un hijo que, aunque lejos, siempre llevo conmigo.
Aunque me crie en Granada, a la que amó y exploro siguiendo al Robinson urbano, nací en Córdoba, que aparece siempre en mis sueños, y he acabado en el fascinante sur más extremo, en torno al estrecho, desde donde se escucha la risa chiclanera de Fernando Quiñones o la voz salobre y portuense de Rafael Alberti; pero mi espíritu se revelaba y claramente se siente también gallego, porque lo soy al cincuenta por ciento.
Mis primeras lecturas se centraron en mi abuelo, Vicente Risco, y en mi tío, Antón Risco, con lo cual esa inclinación natural hacía lo gallego no hizo sino acrecentarse. Y recientemente en otro Risco, de nombre Carlos.
Por parte de padre soy anglófilo y cualquier novela inglesa, por su forma de contar, me parece un prodigio; Dickens, Jane Austen… Siempre espero la próxima de Ian McEwan o de Martin Amis. Y también, en este rincón anglófilo, pongo a Javier Marías, digno sucesor de su padre Julián, que también escribía con una claridad y rigor envidiables.
No me cierro, sin embargo; leo todo lo que cae en mis manos, pues mis lecturas son variadas y amplias y llegan hasta los prospectos de los medicamentos, dada mi condición de farmacéutico consorte.
He llegado hasta hoy, que ya es bastante, pues casi toco la sesentena, y los días de sol que siempre busco, los agradezco infinito.