Sergio Digón Ros vive actualmente a caballo entre un pequeño pueblo del pre-Pirineo aragonés y la ciudad de Barcelona, en donde nació hace ahora setenta y tres años. Su primera infancia transcurrió en Tánger, ciudad paradisiaca en aquella época. Cuando contaba seis años de edad la familia se trasladó a Madrid. Allí vivió hasta los dieciocho. Entonces se instaló definitivamente en Barcelona. Allí desarrolló su vida profesional y comenzó a estudiar diseño industrial, estudios que debió de abandonar para hacer el servicio militar, entre otras razones. A su regreso empezó a trabajar en la industria química, en el sector de productos auxiliares para la construcción —que acabaría convirtiéndose en su especialidad—, en una pequeña industria familiar que desapareció con la primera crisis del petróleo. Más adelante fue captado por una empresa de productos asfalticos para la implementación y seguimiento de su laboratorio de control de calidad y nuevos desarrollos; en esta época empezó a estudiar ingeniería técnica química.
Al trasladarse a Barcelona desde Madrid y en la época tan crucial de su vida en que lo hizo, dejó atrás todo su entorno y fue espectador de excepción de las grandes diferencias que entonces existían entre ambas ciudades. Además, perdió a casi todos sus amigos (salvo honrosas excepciones), y Barcelona es una ciudad de compañeros, colegas, incluso cómplices; pero la amistad, aquí, requiere tiempo y esfuerzo. La soledad forzosa le conduce a la lectura, abundante y desordenada, pero libre de los estereotipos impuestos en el bachillerato. De leer mucho pasó inevitablemente a escribir un poco.