«Son tiempos de Reggaetón, de Ghosting, de aplicaciones instaladas en nuestro móvil que abren la puerta a encuentros sexuales rápidos, como el que pide una pizza. Con todo esto y mucho más que venía a mi mente, me daba cuenta de que a la sexualidad, a lo erótico, en nuestra sociedad, unos la ven con ojos de inquisición, como si fuera algo peligroso y vergonzante; otros, desde un narcisismo insensible y sin ninguna responsabilidad afectiva, la «instrumentalizan»; otros tantos ni la miran, totalmente enroscados en las prisas y las exigencias del día a día; y otros muchos más sí la contemplan con curiosidad, sin prisa, como quien aprende a sentir, experimentar, mirar y ser mirado…
…todos, para mantener nuestra sexualidad activa y viva, independientemente de la edad, del físico o situación, necesitamos permitirnos la fantasía de lo erótico, jugar con la imaginación y erotizar a nuestro cerebro, porque nuestro cerebro es nuestro mayor y más importante órgano sexual, y leer relatos eróticos es cómo excitar, estimular e incluso masturbar al cerebro».
Chelo Díaz de Sousa, en el prólogo.