Abderramán I, hijo de Muawiya ibn Hisham, llegó a ser príncipe de la dinastía omeya de
Damasco hasta que esta dinastía, que gobernó el islam desde el año 661, fue derrocada
por Abu al Abbas as Saffah en el año 750, fundando después la dinastía abasida.
Desde ese momento, la vida del príncipe, junto a su criado Badr, se convierte en un
verdadero guion de película de aventuras. Huyendo de los asesinos de los suyos, tuvo
que marchar hacia el oeste para salvar su vida.
Atravesó como un mendigo Siria, Jordania, Egipto, Libia, Túnez y Argelia; por ello, más
tarde se le conoció como «el emigrado».
Una vez llegados a territorio de la tribu Nafza, muy cerca de la ciudad de Ceuta, cruzó
el estrecho y llegó a conquistar Al Ándalus en el año 756, convirtiéndose así en el
primer emir independiente de todo el territorio conquistado en la península ibérica por
los musulmanes desde el año 711. Esta fue su venganza: arrebatarle a los abásidas, los
asesinos de los suyos, la joya de su imperio.
Su siervo Badr fue el hombre más fiel con el que contó en su azarosa vida, un hombre
que pasó de ser un esclavo de origen griego en la corte de los omeyas de Damasco a ser
general de todo el ejército de Al Ándalus.
Esta novela, querido lector, cuenta la vida de estos dos hombres, los grandes obstáculos
que tuvo que sortear Abderramán para organizar su naciente país y la azarosa vida que,
al servicio de su señor, le correspondió vivir a su criado Badr, un hombre que luchó por
su príncipe, que conoció el amor por primera vez en un punto muy avanzado de su vida,
que sufrió la muerte de seres muy queridos y padeció la incomprensión de su príncipe.
Esta es la historia del nacimiento de una gran nación, Al Ándalus, admirada y envidiada
en todo el mundo conocido, cuya grandeza comenzaría a decaer hacia el año 1031,
cundo se abolió el califato de Córdoba. Lo que fue una potencia en el mundo pasó a
desintegrarse en pequeños reinos de taifas que se convirtieron en una presa fácil para los
reinos cristianos que comenzaban a despuntar en el norte de la península, pero esa será
otra historia