Corre el mes de julio de 1993. Tratando de escapar del desánimo y con intención de saldar viejas deudas, Julia Almeida decide emprender un viaje en solitario. Entre cartas, cuadernos de notas y un diario irá dejando su crónica: un relato de carácter intimista, cargado de simbolismo, en el que figuración y realidad se nos muestran con frecuencia entrelazadas en sus líneas, que dedica esencialmente a los distintos universos emocionales, al amor, la amistad, al vértigo ante lo desconocido, a sus conflictos internos, a los sueños, a la luz y sus sombras; un viaje a una ciudad interior y un viaje introspectivo —transversal a todas las etapas del anterior— que empezó mucho antes de ponerse en camino y que seguirá transversal a su día a día y a lo largo de su tiempo venidero, hasta encontrar la llave del cofre de los secretos o hasta que estos dejen de serlo.
Tradiciones, leyendas y personajes mitológicos pintan la narración de su tiles trazos de matiz alegórico que, más allá de lo literal, podrán suscitar distintas interpretaciones entre los lectores que se adentren en sus páginas.