Durante los reinados de Pedro el Ceremonioso y de su hijo Juan sobre
tierras hoy valencianas, no tanto tiempo antes conquistadas a los sarracenos, se difunde a finales del siglo XIV una leyenda glosada en estrofas de trovadores y cantada por juglares sobre una doncella de distinguida cuna, en la que vino a encarnarse la Virgen dels Cats de Sull con objeto de que la inmolación de aquella, abrasada por las llamas de un colosal incendio, redimiera las culpas y pecados que pesaban sobre los habitantes de la villa medieval de Ileutia y su comarca, a fin de evitar que se cerniera sobre ellos el castigo divino de una nueva oleada de peste.
Incendios posteriores se originarán sucesivamente, de siglo en siglo, en
el mismo paraje, arrasando una y otra vez las laderas y estribaciones del
monte Sultán Blau sin que sea posible esclarecer las verdaderas causas
de ninguno de ellos.
Cierto medallón de plata es hallado después de cada incendio en distintas
circunstancias y épocas. Tal es el caso de Mauro Blanchart, ingeniero de
montes, que lo encuentra en la última década del siglo XX, momento a
partir del cual el argumento llevará al lector a conocer las causas de todos los siniestros, remontándolo al siglo XIV, a la leyenda de la doncella Agnès Guerao.
En El Medallón de Asbel, el autor construye y despliega un relato que
incide sobre determinantes endémicos de la conducta humana, descritos
con todo su rigor y aspereza. Una novela en la que el desarrollo de
los hechos se ve envuelto por un encaje de fantasía y cuyo desenlace
argumental se desvela en las últimas páginas.