Burlesque. Una cita de Guillermo de Aquitania (“Haré un poema para no decir nada”) encabeza Burlesque, tercera parte de la saga que comentamos y libro que el lector tiene ahora en sus manos. La identificación “lenguaje-eros-escritura-música” prosigue en esta obra, que toma su nombre del tercer movimiento de la Sinfonía 9 de Mahler (Rondo-Burlesque)… Hay mucho de eso en las prosas que nos regala esta vez Pérez Errazquin y en sus explosivas incursiones poético-plásticas, cinceladas con una voz que recuerda el lenguaje inusual de E.E. Cummings que ya había practicado en Variaciones, su anterior obra. Junto a una jocosidad que va en aumento, el autor mantiene su tenaz frialdad crítica de siempre, aferrándose a la materialidad del lenguaje y rechazando cualquier fácil promesa o final feliz. Si a algo responden sus argumentos es a la irrevocable tensión cervantina: lo que podría ser y lo que en realidad es. Las sonoridades inesperadas, los ruidos ambientales o la tentación del silencio que siempre le había rondado (presente en los “apagones” a que dan lugar las manchas-dibujo de tinta china que salpican las páginas) se hacen especialmente patentes en este libro en el que su radicalismo y subida orquestal llega más lejos.