¿Qué hay mas allá del horizonte de una aldea de la Galicia interior?, se preguntaba un muchacho adolescente en busca de respuestas que aclarasen sus dudas para cuando llegase la cercana juventud. Había nacido y gastado sus días siendo campesino. Compartió su existencia con la naturaleza, que le ayudó a criarse, pero sabía que muy pronto tendría que ir a terminar de crecer en tierras desconocidas y tal vez lejanas.
Los caminos que anduvo eran de polvo, barro y pedruscos, y a veces empinados; aun así, siempre lo habían conducido a metas cercanas y conocidas. Pero pronto tendría que ir en busca de aspiraciones más elevadas, para lo cual habría de arriesgar sus pasos por sendas desconocidas y, en ocasiones, intrincadas, que al menor descuido podrían conducirle a lugares de arenas movedizas.
Sin querer saber cómo llegó, ya comparte con desconocidos el ruido de una gran ciudad. Atrás quedó la naturaleza con la que compartió sus quimeras juveniles. Ahora le tendrá que buscar acomodo a las inquietudes que le trajeron en busca del Eldorado y al mismo tiempo encontrar ese oasis donde poder saborear el verdadero latido de la vida.