Cuando la luz se iba a apagar para las razas humanas, un rayo de esperanza avivó sus corazones. Los estudiosos alquimistas crearon con la ayuda de los semidioses las carcasas humanas, en cuyo interior albergaba su poder, y tras una cruenta guerra, consiguieron expulsar la amenaza de los malditos, pero, temiendo el poder de aquellos brujos, una idea creó un miedo y ese miedo tornó en destrucción. Los gigantes, viendo el horror de cómo las carcasas que fueron creadas para la salvación de las razas se estaban utilizando para destruir a sus creadores, dieron la espalda a los que un día fueron sus hermanos y, alejados de tal barbarie, fueron olvidados. Tras el exterminio de los alquimistas, en la tierra de Niarama, se sucedieron las continuas guerras por la proliferación de las dos razas enfrentadas entre sí, pero ambos reyes y carcasas, viendo el sufrimiento de su pueblo, decidieron forjar la paz por el concertado matrimonio de sus vástagos; paz endeble, pero cuidadosamente hilada, aunque igualmente fácil de deshilar.