Detrás de la política, detrás de los tejemanejes diplomáticos, detrás de las tácticas, de los espías, de los mapas y de las estrategias…
Detrás de las guerras hay vidas humanas.
Vidas que son herramientas. Pequeñas piezas en el gran rompecabezas de la guerra, pero grandes engranajes para las familias que los ven partir, a menudo con el terrible presentimiento de que no volverán.
Atrás quedan mujeres, hijos, hermanos, padres… Y también paisajes, costumbres, tradiciones, pueblos. Todo se descuelga de los hombros cuando el barco parte hacia un rumbo incierto, pero quedan las imágenes en la cabeza: los campos labrados, las tierras rojas, las calles polvorientas, las hogueras en la madrugada, las paredes encaladas, los
lagares y zaguanes, los hogares donde la llama siempre calienta…