En los primeros meses transcurridos desde un accidente, la autora se enfrenta al reto que supone vivir con discapacidad visual y cognitiva y adaptar su vida a las consecuencias de aquel suceso.
A pesar de que en el libro se narran situaciones en ocasiones desgarradoras, resulta muy positivo. La autora, con su actitud y el modo de narrar los hechos, provoca que la percepción sea otra, muy distinta y contraria: lejos de considerar lo sucedido como una desgracia, piensa que su vida se ha enriquecido.
El traumatismo craneoencefálico provocado por el golpe le ocasionó un daño severo que no alteró su identidad, pero le dejó secuelas que le impiden seguir con el nivel de exigencia y la intensa actividad de madre de familia y profesional. Sin embargo, se siente con energía para seguir viviendo de una manera acorde con su estado físico y mental.
Al publicar su experiencia a lo largo de estos meses y narrar las dificultades que debe afrontar, alejada del que fue su mundo profesional y encerrada en una fortaleza que le ayuda a superar las dificultades, espera ayudar a otras personas que recorren el mismo camino de recuperación para adaptarse a un cuerpo maltrecho.
A ellos y a quienes los cuidan, a la gran familia del DCA, daño cerebral adquirido, va dirigido el canto de alegría y esperanza que refleja su primer libro.