El cielo con muy poca luz, totalmente cargado con nubes de color gris oscuro, hacía presagiar una inminente tormenta, la cual ya estaba anunciada, según los informes meteorológicos recibidos desde su base. El comportamiento de su avión Mikoyan-Gurevich (MiG-1), hasta el momento, había sido ejemplar y en todas las batallas en las que había participado había salido victorioso, incluso en aquel último enfrentamiento contra una cuadrilla de la Luftwaffe pudo derribar a un avión alemán Messerschmtt Bf 109 antes de ser alcanzado por el fuego enemigo, pero en aquellos momentos su situación dejaba mucho que desear. Por su hélice salían ráfagas de humo que, a cada momento, se iban incrementando, poco después el humo empezó a invadir la cabina y Radovan comprendió que el monoplaza MiG-1 estaba perdido y que su vida corría un serio peligro. Aunque le dio tiempo a catapultarse hacia el exterior, no estaba seguro de que no sería ametrallado por la batería antiaérea alemana, que a todas luces ya le habrían detectado, mientras colgado de su paracaídas caía lentamente sobre un campo de cereales.
Aquello tan solo fue el preludio de una preciosa historia de amor entre un piloto de guerra ruso, aunque de nacionalidad yugoslava, que nos cuenta Luis
Díaz en una novela trepidante, desarrollada fundamentalmente en diferentes estadios durante y después de la Segunda Guerra Mundial.