Cincuenta y cuatro pasos es una ventana abierta a la libertad de expresión en lo más íntimo.
En cada poema se describe y se elogia tanto la tristeza como la alegría, el dolor, la existencia, el deseo, el olvido y la angustia. En ellos se baila con la belleza y la rutina espiritual de la vida, tanto en la letra, como en las pinturas originales de la autora. Pinturas que a su vez cobran vida acompañando el texto y dan sentido al mismo para sumergirse en un recreo retiniano.
Una autora, amante de la poesía valiente y confesional, con una personalidad atrevida y a la vez sensible.
No hay barreras porque la autora no vive con barreras. Está lejos de los juicios sobrios y distantes. Está lejos de los modelos del nuevo concepto humano americano.
La obra pasea por la vida, la vida que nos concierne a todos, pese al escondite de muchos tras falsas e inconscientes ventanas.
Una invitación a revivir lo que conmueve, aunque no guste, aunque toque el alma.
Un ejercicio interior.
Un sendero a la humanidad.