Este libro es una crítica a la política, a los políticos, al denominado Estado social y, especialmente, al llamado estado del bienestar, que enmascara un bienestar para unos pocos y que convierte al resto de sus ciudadanos en pródigos, con una paguita al mes, robándoles la dignidad de trabajar, que quiebra la propiedad incitando a la okupación, que cada vez más restringe la libertad a través del intervencionismo pan legislativo del Estado y que ha acabado controlando la vida del ciudadano, convertido en policía del pensamiento único que controla al vecino, que le dice qué comer, cuándo quedarse en casa, con quién tener relaciones sexuales, el derecho al orgasmo feliz… Se convierte en un Estado maniqueísta, maquiavélico y, particularmente, nihilista.
Ese Estado que se enmascara, que no tiene compasión y que duplica el dolor; que siembra el veneno ante el que el ciudadano sucumbe, degenera, se convierte en pródigo. Ese Estado donde el pueblo come, bebe y rinde tributo a sus domesticadores, el hedor a sometimiento se siente; el pueblo quiere respirar aire puro, no convertirse en almas torturadas a base de traiciones. ¿Cuántos ciudadanos han recibido la paga prometida por el ya lejano Iglesias?
Muy pocos; pero hay muchos convertidos en pródigos por el propio Papá Estado, que se obceca con las pagas clientelistas y, como decía Santa Teresa: «¿Quién peca más el que peca por la paga o el que paga por pecar?». ¿Dónde ha quedado esa Oda cantada a la falsedad, por los comunistas, según ellos conquistas de prolongadas luchas? ¿Dónde ha quedado esa superioridad moral de las intenciones, convertidas en prejuicio y precipitación? Y es que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.