A fin de contrarrestar las mentiras del régimen de Franco y poner voz al silencio de aquello que éste no quería contar, entre los años 1965 y 1977 emitió desde Venezuela la estación clandestina Radio Euzkadi.
Un grupo de jóvenes pertenecientes a EGI (Euzko Gaztedi Interior), alentados desde Donibane Lohitzun por Joseba Rezola, Vicepresidente del Gobierno Vasco en el exilio, y dirigidos por Jokin Inza, diseñó e instaló a sesenta kilómetros de Caracas, en plena selva, dos transmisores, un grupo electrógeno y una gigante antena romboidal. Vigilando y operando ese precario dispositivo estuvo durante esos doce años un antiguo gudari, Ixaka Atutxa, hombre recio donde los hubiera, quien se ofreció a proteger, incluso con su propia vida, la emisora que hacía llegar al mundo, cada día, la voz de la Resistencia Vasca.
Este logro fue posible gracias a la entrega y al arrojo de los partícipes, a la connivencia de los diferentes gobiernos venezolanos y a la aportación económica de la comunidad vasca en ese país del Caribe.
Se imponía la discreción. Ninguna persona fuera del grupo debía conocer su ubicación, por eso se referían a ella con el nombre de La Txalupa, para hacer ver que estaba situada en una embarcación en alta mar, y llamando Macuto al lugar físico donde se hallaba.
Clandestina es una gesta real, narrada en forma novelada.