No difiere mucho de las anteriores creaciones. Se hace difícil cambiar de estilo cuando es el latido del corazón quien marca el ritmo. Como hojas de otoño rezuma vida, campo, pueblo y gentes… Se antoja un genuino cóctel de emociones que rara vez suele dejar indiferente. Sencillo, y por su simplicidad pudiera aparentarse candoroso, pero casi siempre todo lo contrario: irónico e incluso punzante a veces; otras, sangrante y duro, tal y como percibe su propia vida. La fuente, el sol y la nieve, y ese verde esperanza apareciendo cuando más se lo necesita. Amores y desamores, contradicciones y anhelos… Vida y muerte al mismo tiempo y casi a la misma hora.
Como hojas de otoño no es un libro para enseñar poesía, sino para sentirla, porque solo así se puede comprender, sentir, vivir y compartir las dudas, las certezas, las emociones y las ilusiones que nacen cada día, posiblemente, para acabar muriendo cada noche. Tal vez por eso el autor piensa que la poesía es una conversación con uno mismo que invita a ser escuchada por los demás.