Nace una niña en un lugar no usual. Este nacimiento inicia la historia que se relata en esta novela… Al abrigo de una pensión de pueblo, el azar ha unido a los protagonistas, y comparten sus esperanzas y miserias. Don Roque, el cura, arcaico y bonachón; Gabino, el maestro, con ideas modernas, siempre enfrentado al cura; Doña Araceli, la maestra, con ideas próximas a las de Don Roque, árbitro en las disputas; Don Pascual, el médico, agnóstico; Belén, de origen velado… Y muchos otros personajes, intentan salir de las calamidades inesperadas que la vida les va asignando. Justamente, por mostrarse el revés sin avisar, con frecuencia quien lo sufre no dispone de un antídoto a la mano para combatirlo. Asoman escenarios tan escabrosos, que no hay burladero en el que sacudirse de ellos. Incluso, los males que aquejan a la conciencia, invisibles para los demás, no es fácil deshacerse de ellos. El pecado no prescribe. A toda maldad concierne acarrear su penitencia. Cuando menos se espera, a quien ha hecho el mal, le aparecen sus sombras. La maldad destila un olor hediondo que perdura y muestra a los autores de la vileza. Cada uno de los protagonistas, atendiendo a su condición, formación y creencias, intentará sobrellevar y dar salida a la desdicha que le ha tocado en el macabro juego de la vida. En el ir y venir de los protagonistas, aflora la limitación del ser humano para afrontar las dificultades; y sobre todo, la limitación para hallar salidas satisfactorias. Y se llega a la conclusión de que en muchos escenarios el problema solo lo puede resolver la muerte. Es la única pócima que lo sana todo: calcina las enfermedades, sotierra las miserias, ahuyenta los miedos y conjura los peligros. De esta forma, y sin remedio, se descansa, aunque el reposo quien lo disfruta son otros, el muerto no puede descansar, el descanso lo proporcionan los sentidos, y estos quedan apagados al morir. Las peripecias de la trama no se pueden desvelar, destruiría el interés del lector. Solo está permitido descubrir que la novela encierra intriga, sorpresas, búsquedas, hallazgos, encuentros… Sin embargo, sí se puede adelantar, que una obsesión que se descubre en la novela, es la de estigmatizar las ideologías tanto políticas como religiosas, cuyo afán no es otro que la de exprimir a las mentes, con el fin de robar la libertad de pensar por ellas mismas, y atraerlas a doctrinas putrefactas, que solo inoculan miedo, odio, y nada bueno. No todo es desolación, la esperanza también hace aparición en los protagonistas, y como se dice en un pasaje: “como sentenciaba el joven optimista encargado del caótico Hotel Marigold: «Al final todo saldrá bien, y si no sale bien es que no es el final»”. La esperanza es la única amiga fiel con la que los actores de este relato pueden sortear las adversidades. Aunque la esperanza no es la solución, solo un calmante.