Veintidós años después de mi ingreso en prisión, surgió la necesidad de contar todo lo que ocurrió la noche del 25 y la madrugada del 26 de febrero del año 1995, y sus fatales consecuencias. La historia, narrada mediante relatos cortos, cuenta también diferentes hechos y experiencias que ocurrieron en los veinte meses que pasé sin ver las calles.
Dos destinos diferentes, dos escenarios distintos. Departamento de ingresos y hospital penitenciario. Periodo de adaptación y situaciones al límite. Personajes peculiares, psicología improvisada, intentos de suicidio, coqueteos con la heroína, etc. En definitiva, cada día era una prueba para la paciencia y el aguante de nuestras jóvenes mentes.
Tomando mi experiencia como ejemplo a lo largo de todos estos años, trataremos de explicar lo que supuso a nivel mental y psicológico un hecho tan traumático, sobre todo por lo inesperado, como es la entrada en prisión.
Sin embargo, Condenados días no solo pretende contar en primera persona los hechos ocurridos dentro de un centro penitenciario, también pretende hacer ver al lector que, a pesar de que la vida pueda someternos a pruebas increíbles y puede que hasta injustas, la paciencia y la perseverancia serán dos de las actitudes fundamentales, las cuales nos harán ver que siempre hay esperanza para conseguir la sanación espiritual y, como consecuencia, tratar de alcanzar la paz interior.