Dicen que las musas eligen a su autor, pero solo los genios eligen a sus musas. La historia rebosa de obras maestras de cuyo autor nadie guarda ni el recuerdo, son frutos de un amor advenedizo y fugaz del que apenas quedan reliquias y epitafios, son los músicos de un solo disco, inolvidable y a la vez irrepetible o los poetas de cuyo nombre no puedo acordarme.
Me viene a la memoria la parábola de las diez vírgenes, el genio vela hasta que la esposa aparece y a ella se entrega; así día tras día, noche tras noche, mantiene su candil siempre encendido para cuando la amada requiera sus favores. Solo esta clase de amor se perpetúa, se reproduce y deja su impronta en la conciencia colectiva. Cuando las puertas del banquete nupcial echan los trancos, solo los elegidos se sientan a la mesa, el resto desespera en la trastienda acechando las sobras.
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