Este libro es un diálogo íntimo y personal con la memoria omnipresente de mi padre. Está escrito a modo de diario, juntando piezas de un retrato a través del paso del tiempo, con vivencias compartidas y releídas. Todo recuerdo es un ejercicio de creación y cada olvido tiene quizás un motivo. Este texto es un homenaje agradecido, no edulcorado, un modo de acercar la persona de mi padre a mis hijas y profundizar en lo que supuso su impronta en lo que soy. Comencé a escribirlo casi como ejercicio terapéutico, como búsqueda del legado de mi padre y de mi familia en mi vida. En los capítulos, que avanzan como estaciones del tren de la vida, indago a través de mi padre en la inmensidad del mundo que no entiendo (Manuel Vilas, Alegría), y escribo tratando de comprenderme, de entenderle en su contexto, en la huella que dejó en las personas que le conocieron y
quisieron. Evoco en estas líneas la historia que le tocó vivir desde que naciera refugiado en un pueblo de la sierra de Madrid en el fatídico año de mil novecientos treinta y seis.