El silencio se apoderó de ese comedor, donde el sofocante calor de las llamas y el restallar de la madera volvieron a conquistar todo el protagonismo. Los más grandes se sentaron alrededor de la abuela reposando cojines en el suelo para poder apoyar los brazos mientras estos sujetaban sus cabezas.
—¿Por qué nunca nos habías contado esta historia? —preguntó el mayor de los hermanos.
—Hay historias que solo se pueden contar una vez y quizá hoy sea el día indicado para hacer volar vuestra imaginación —dijo la abuela.
—Yo soy grande ya —dijo el mayor convenciéndose de ser el más valiente—. No tengo miedo —añadió.
La abuela asentó una pequeña carcajada, como si ya antes hubiera escuchado esas palabras, y sin dar contestación a su nieto abrió las primeras páginas y empezó a leer…