En estos relatos continúo con la misma intención que en las primeras crónicas y es la de, básicamente, hacer reír. Sigo imbuido por los mismos asuntos: el amor, la política, lo irreal, lo grotesco y lo ridículo; en defnitiva, un paseo surrealista sobre la estupidez humana, de la que no me canso de escribir. Sueños irreales, extrañas verdades, mentiras retorcidas; historias inverosímiles que solo adquieren sentido bajo el prisma del humor, donde todo es exagerado y todo vale. Paradójicamente, el surrealismo convierte en realidad lo absurdo y le da sentido, solo así se explica tanto disparate.
Si consigo provocar una carcajada estentórea o por lo menos una sonrisa, o media sonrisa, o cuarto y mitad, me sentiré satisfecho de estas crónicas; pues la sonrisa sincera quizás sea lo único que se entiende en todos los idiomas. La risa es universal.
Y, por último, aclarar que escriba lo que escriba, con pasión y fuerza, con desánimo y tristeza, y con la mayor de las alegrías, siempre lo haré bajo el irrefrenable, influyente y notorio influjo bolichero.