Al amanecer de un 9 de mayo de 1919, en un pueblecito de Lanzarote, la señora doña María Cruz aparece asesinada en su domicilio. Se podría suponer quién pudo haber llevado a cabo aquel crimen, pero la justicia no estaba despierta. Dormía. Maestro Leoncio, habiendo perdido a su gran amor, se adentró más en el alcohol y se la pasaba todo el tiempo por las cantinas de la comarca. El caciquismo de la época ocultaba a los asesinos y, para desviar toda la atención sobre la culpabilidad del caso, señalaron como culpable a la hermana de la fallecida, Petra Dolores Cruz. La gente rabiaba por la injusticia, pero callaba. La Primera Guerra Mundial los había enmudecido a todos. La justicia, no lo era. Valía lo que decían aquellos señores de traje y leontina, con sombreros de ala ancha y bigotes torneados. Violaciones, calumnias, atropellos, discusiones, asesinatos, todo ello y más se sucede en esta obra que, contando con la suspicacia del autor, podemos meternos de lleno en aquel sangriento crimen que, aunque cien años hayan pasado, aquellas almas hermanas siguen esperando una explicación de por qué, quienes sabían de la verdad, la callaron.