Cuatro esquinas poéticas, cuatro autores con un común, su consideración de creyentes en el esfuerzo de la idea y las manos necesarias para realizarla, sindicalistas de convicción y amantes de la palabra y la emoción.
Y tras este perfil, los autores nos descubrimos, una y otra vez, poliédricos en nuestras diversas facetas de personas atadas y desatadas en la contienda, en ese río que es el discurrir de la corriente, un río que, a veces, nos agradaría parar en seco, en otras, saltar el cauce y lanzarnos entre las piedras y los juncos, o entre romero, jara y esparto, y parir otros cauces, otras realidades que fuesen más nuestras, más humanas.
En esa línea, surge ese poeta tan nuestro, tan propio de cada cual, y se escapa y deletrea sus emociones, sean las que sean las que salgan de su interior, de su piel, de su corteza, sentidas, experimentadas, respiradas, y sin más heroicidades que la realidad de estar agarrado al día, a la noche y en cada momento, codo con codo, y extendida la mano emocionada, el sentimiento compartido.
En Cuatro Esquinas Poéticas cada autor ha mostrado ese trozo, ese íntimo o ese grito de motín y polvareda, el que ha deseado o aquel que ha clamado más alto, o esa soledad que mejor se maneja por sus interiores.