Me enredo en las palabras de este vendedor de sueños, que a la vez es Rachid, y a la vez es Patricio, enfilando las calles de Tetuán, al pie de las laderas del Ghorguez, o tomando en vaso
largo, té con hierbabuena, menta y azahar, al declinar la tarde, mercadeando promesas en el zoco, atravesando sus puertas, con viejos deseos, cuando empieza a desperezarse la luna, que
llama a los cuentos, con toda esa luz, que nos enseña a conocer un universo aún por descubrir, desde sus entrañables, cotidianas y a veces fantásticas historias.