Cuando escuchamos la palabra “trastornado” asociada a una persona, se piensa que tiene algún tipo de problema psicológico; se suele utilizar en un sentido peyorativo porque se relaciona con patología, y ya sabemos que todo el mundo quiere ser normal.
Pero “trastornar” también significa desordenar, trastocar, volver las cosas de arriba a abajo o de un lado a otro, invertir el orden regular de las cosas.
Me gustaría poner un granito de arena para reivindicar éste otro significado, como una manera de conectarnos con el gusto y la necesidad de perturbar el orden establecido; empezando por nuestros cuentos más socializados.
Erase una vez y mentira no es… tres cerditas inseparables hasta para mear, con una amistad ¿a prueba de lobos…?; Pitocha, una chica obsesionada con reducir su enorme nariz para conseguir el éxito; una bruja que era feliz en su bosque hasta que venían a tocarle las glándulas salivares; ¿y qué pinta una flautista en un mundo de sord@s musicales?; ¿y qué pasaría si Caperucita se cambiara del rojo al azul?
Casi todos los Cuentos trastornados son historias inspiradas en cuentos clásicos de nuestra infancia. Sus protagonistas principales son chicas, mujeres o entidades que las representan; las cuales pueden estar perdidas o llegar a perderse en el tiempo, en sus relaciones, en su vida, aunque siempre tienen la oportunidad de reencontrarse consigo mismas y con quien ellas deseen. ¿Qué elegirá cada una?