Hablar del niño interior no es tan solo hablar de una bonita metáfora para definir nuestra esencia. Es hablar de un camino de conversión, y este implica en sí un sendero de sanación y celebración.
Entrar en esta dinámica es ahondar en aquella parte que dentro de nosotros es espiritualidad, bondad, inocencia y creatividad. Es vivir cada momento como un regalo de Dios. Es compartir nuestra historia con los demás y entender que, en el corazón del otro, también tengo un lugar. La constante del evangelio es que veamos la vida y entremos en ella como servidores y hermanos de todos. Es por eso por lo que ser compasivo significa comprender la debilidad de nuestro semejante a partir de las nuestras.
Mi deseo más noble es que con el libro que tienes en tus manos descubras cosas maravillosas, personas significativas en tu vida que han marcado tu carácter, ya que gracias a ellas vives mejor. También te encontrarás con recuerdos que aflorarán tus lágrimas, pero que ellos te han hecho más fuerte y comprensivo con los otros. Este no trata de buscar lo malo y estar nostálgico, sino de ver que en lo difícil está la mano de Dios hecha carne en la mano de mi hermano