El primer volumen de esta autobiografía cubre mis años de soltero, de 1942 a 1970. Obviamente, no he podido contar todo lo que he visto, sentido y oído. En el caso improbable de poseer una memoria prodigiosa, habría necesitado por lo menos una parte de vida de la misma duración para describir los hechos y los cambios interiores, no solo los míos, sino también los de las personas con las que me he cruzado.
Hay muchas cosas de las que no me siento orgulloso, y algunos de mis actos habrán sido poco ejemplares. Pero estoy convencido de que recordar le ayuda a uno a poner en orden su casa, reconocer lo que fue y lo que pudo ser de haber tenido ocasión de rectificar. Puesto que las oportunidades no siempre pasan todos los días por el mismo lugar a la misma hora cuantas veces sea necesario, no cabe más que conformarse. Como dijo mi abuelo Román, con una frase digna de Baltasar Gracián, «lo evitable es deber; lo que no tiene remedio, a otra cosa»