Todo aniversario, cumpleaños, efeméride, bodas de oro… es un momento único para recordar hechos caducos, para rememorar tiempos pretéritos; sin embargo, aunque el pasado sea inamovible e inmutable, las interpretaciones y recuerdos del mismo no son homogéneas. Dependiendo de nuestro imaginario, de nuestra ideología e intereses, subrayamos o menospreciamos aspectos que condicionarán nuestro análisis y determinarán nuestras conclusiones. Por lo tanto, cuando estudiamos/valoramos la historia, no sólo aprendemos de nuestros antepasados, sino posiblemente empecemos a conocernos más a nosotros mismos. Cuando decido ¿qué estudiar?, ¿en qué profundizar?, ¿qué recordar o qué silenciar?… en la elección ya estoy siendo subjetivo. Estoy proyectando unas motivaciones que sigilosamente preludian o dejan entrever cual será mi lectura del pasado. Pensemos que toda sociedad tiene sus referentes y cada individuo sus modelos.
En este caso, el Bicentenario de la Guerra de la Independencia, supone un momento idóneo para detenernos en qué hemos querido recordar, e introducir a nuestro alumnado en los diferentes debates historiográficos, sin olvidar la variedad de fuentes históricas que nos permiten acercarnos al pasado desde la historia popular, el cancionero o la cultura iconográfica (caricaturas).