Las largas caminatas de un abuelo con su nieto, levantando el polvo de los caminos, iban desempolvando a cada paso la memoria. Recuerdos olvidados por la necesidad de seguir adelante con la vida, más que por el paso del tiempo, van surgiendo espontáneamente a partir del día que preguntó aquel niño a su abuelo por una antigua cicatriz en el brazo, sin saber que la herida mayor estaba en el corazón y la mente de aquellas generaciones a las que les tocó vivir en esos años.
Las historias van surgiendo sin seguir un orden cronológico, cualquier suceso o detalle cotidiano puede hacer que aparezca el recuerdo de algún acontecimiento acaecido muchos años atrás. Historias contadas de modo inocente a un niño convirtiéndolas en aventuras y, con el paso de los años, con detalles añadidos, dando a conocer la tragedia y los años donde la vida no era fácil vivirla.
Curiosamente, el ser humano tiende a olvidar los momentos duros, pero, a pesar de ser años de guerra, son muchas las anécdotas que pueden arrancar una sonrisa.
Comedia y tragedia se mezclan como si de una obra de los autores clásicos se tratara.
Con el paso de los años, abuelo y nieto, continúan hablando hasta que, al analizar y ordenar todas aquellas aventuras contadas, una y otra vez, surge una historia que merece ser escrita y darle forma de novela.