Durante toda nuestra vida, hemos tenido la gran suerte de poder vivir en libertad, disfrutando de nuestros maravillosos paisajes, playas y espacios públicos.
Sin embargo, el 14 de marzo del año 2020, marcó un antes y un después en nuestras vidas y formas de comunicarnos y de relacionarnos.
Ese histórico día, nos «obligaron» a quedarnos en casa, porque un «bicho» llamado Coronavirus, de muy fácil y rápida transmisión, estaba poniendo en peligro nuestras vidas. Mientras, la palabra confnamiento comenzó a escucharse, cada vez con más frecuencia, a través de todos los medios de comunicación y redes sociales.
A partir de ahí, comenzamos a salir solamente para comprar productos alimenticios, productos farmacéuticos y a trabajar, solamente aquellas actividades que se consideraban esenciales.
No podíamos abrazarnos ni besarnos, no podíamos conversar con la boca al descubierto, pero continuamos queriéndonos y anhelando a nuestros amigos y familiares con miradas y recuerdos.
Aprendimos lo realmente importante de la vida, a darle valor a las pequeñas cosas que cada día adornan nuestros días.
Hubo llantos, hubo risas, pero confío en que todo lo vivido quede en el recuerdo y que nos haya permitido continuar el viaje de la vida más fortalecidos.
Unos se han ido, otros se han quedado con anhelos y familias incompletas, por todos ellos, vivamos cada día, como si el último fuera.