Hace cientos de eones tan solo existía una gran bola de energía con conciencia de la realidad que se denominó a sí mismo el Alfa. Para mitigar su soledad, comenzó a desprender de su ser otras formas de energía dorada que formaron la civilización de los áureos. Pero los áureos eran demasiado serios y ordenados, por lo que el Alfa decidió generar nuevos entes, a los que llamó luces, que contagiasen su alegría por cada rincón celeste. Aunque no todos los áureos estaban de acuerdo con que esos recientes habitantes camparan a sus anchas haciendo travesuras por doquier. Luzbella tramó una trampa para que se desatara la ira de sus semejantes hacia las luces. La guerra comenzó y el choque de energías originó las dimensiones: la Dimensión Azul de los acianos, la Dimensión Roja de los bermejos, el Limbo y la Dimensión Morada o Visible, conocida por nosotros como la Tierra.
El acuerdo de paz, por el que vela el Consejo del Equilibrio, dictó que a partir de ese momento todas las luces, habitantes del Limbo, habían de pasar por el Velo del Olvido con destino a la Dimensión Morada para elegir el bando al que queremos pertenecer, aciano o bermejo, pero, para que las reglas sean justas, no podemos estar contaminados por nuestro pasado. Por ello, cada luz sigue una formación en la que tanto acianos como bermejos muestran sus bondades y recibe unos padrinos que le acompañarán en su tránsito por la Dimensión Morada. Cruzar el Velo del Olvido te traslada a la Tierra pero te hace perder tus recuerdos para garantizar que ambos bandos tengan la oportunidad de seducirnos sin prejuicios.
Simón, nuestro protagonista, nos narra cómo era su vida, la de su hermano Re y sus amigos los “Notas” antes de la guerra y su paso por las torres ancianas y bermejas. Pero…