Depredadores. Nunca pude imaginar que aquel apasionado viaje me abriría las puertas de otro mundo como si de una proyección se tratara. Me sentí integrada en todos aquellos sucesos hasta el punto de romperme casi el alma por el intento de hurgar en el fondo de todos ellos. Sí, mi tierna y querida Erika, tu terrible y conmovedora historia me llevó a vivir una vida muy adulta sin
darme cuenta de que crecía a marchas aceleradas, creciendo también la rabia y la impotencia de vivir esa imposibilidad de no poder humanamente hacer nada. Aquella horrible tragedia se había encarnizado en ti, acechándote constantemente.
Nadie podía vivir en paz, ya que, al igual que una maldita sombra, caminábamos muy cerca y éramos constantemente observados por aquellos desaprensivos depredadores, que siempre esperaban como buitres en la sombra del amargo silencio a consumar los más atroces, viles y despreciables actos. Inclusive, dentro del propio ámbito familiar.