Todavía no ha terminado.
Sesenta minutos y ya no están aquellos a los que rendimos tributo. Ahora se han convertido en una triste representación de los días de luto.
Sesenta letras. Por tu manera de recitarlas, se han convertido en poemas y ahora parece que no existen los problemas.
Sesenta veces, sesenta veces cayendo en la misma trampa, que ahora intento esquivar y levantarme subiendo una rampa,
sesenta veces.
Sesenta miradas, y me quedo con la tuya porque es tan tuya, y no hay ninguna otra que la sustituya, cincuenta y nueve miradas, me has regalado la sesenta que reinventa.
Sesenta luces, en esa calle. sesenta luces, las miradas en forma de cruces, el humo del cigarro en forma de caladas y las luces, las luces apagadas.
Sesenta días, estoy perdido en aquellas vías, sesenta días y me prometiste que no te irías; te siento cerca como si ardieses, y van dos meses.
Sesenta recuerdos, vuelvo a las sesenta veces, no pensaba que dolieras, te recuerdo más de sesenta veces porque este dolor nunca me lo enseñaron en la escuela, abuela.
Sesenta canciones, y mis acciones me recuerdan que me perdones, te traiciono, la mente me recuerda «te perdono» y siento que corono, no, no, brillar y volver a fallar.
Sesenta segundos, y siento que un poco más para que llegues a leer todo esto, avísame y luego te contesto, porque tu lectura me cura, y las contestaciones en sesenta canciones que me compones.