Los sentimientos son inmensos, tanto que ni el tiempo ni la distancia pueden dar magnitud de ellos: de ahí el título de mi segundo poemario, Desde el mar hasta el cielo, porque nadie sabe la distancia que hay entre ellos, también porque son dos de mis caprichos terrenales, a los que no me canso de mirar, ya que aportan a mi corazón bastante alegría y paz.